Romantizar la espiritualidad

Muchas veces siento emociones encontradas respecto a «ser una persona espiritual». Resulta que hay un imaginario muy supremo de la espiritualidad como un eterno modo om, personas levitando y sudando palo santo. En el camino de mi despertar de consciencia me encontré en muchas ocasiones romantizando la espiritualidad. Y hoy, viéndolo en retrospectiva, me parece peligroso y adoctrinante.

Llevo unos 3 años de muerte psicológica. Allí comenzó mi conexión espiritual, desde lo más profundo y pantanoso. Al comienzo, creía que solo tenía que enviarle amor a las personas que me habían hecho mal, que desde el perdón y mil acciones psico mágicas estaba logrando un gran avance espiritual. Fue parte del proceso, obviamente, y no le deseo el mal a nadie, pero no todo es color de rosas. Romantizar la espiritualidad muchas veces desembocó en minimizar acciones de violencia que debían ser purgadas. Creer que no podía enojarme porque estaba en un proceso de despertar espiritual fue represor. Incluso algunas personas a mi alrededor cuestionaron «mi cambio» por responder ante una incomodidad. Recuerdo una discusión muy infantil donde conecté con una muy mala sensación que activó mecanismos del pasado y situaciones que no deseaba repetir y reaccioné. Mientras hacía la fila del supermermercado lloraba por haberme «fallado» a mí misma. Pero claro, cada proceso es personal y yo estaba viviendo el mío. Sin embargo, a mi alrededor nadie más estaba en una situación similar. Fue un trabajo muy duro volver a revincularme con las personas de mi entorno. No lo cambio por nada, pero no fue fácil. Agradezco a cada persona que hoy continúa en la misma ruta pero vale hacer visible que los procesos y despertares traen incomodidad, desencuentro, incomprensión, demanda y un gran tsunami emocional.

Me cuestioné también cuando decidí exponer en redes la violencia sexual con cara y nombre de mi ex. Porque es más cuestionable que una persona espiritual haga un «escrache» que lograr que un hombre se haga cargo de un abuso. Creo que hay pasos previos a vivir todes en un mundo lleno de amor, compasión, libertad y empatía. Y el que más me compete es la caída del patriarcado. De por sí las mujeres hemos crecido sintiendo miedo, culpa y vergüenza por abuso, acoso y muerte. Enviarle amor a una persona no va a quitarle el patriarcado de la mente, del cuerpo de su nivel de consciencia. Hacer visible probablemente le desafíe, si está disponible, a cuestionarse. Muchas veces este filtro de rosa espiritual se queda en un plano naif. Por supuesto que lo personal es colectivo y si hago mi trabajo estoy apoyando el cambio social, pero no asegura que cese la violencia para las demás personas. ¿Cómo logramos crear una espiritualidad erradicando la violencia de nuestra piel, de nuestro entorno, de nuestra psiquis, de nuestra alma?

Para mí la espiritualidad es cualquier acción, práctica, meditación, rezo, ritual, que nos lleve a conectar con nuestra totalidad y trascenderla. Si ese camino es mediante alguna práctica holística, religión, práctica artística, la astrología, el esoterismo, las hierbas, los cristales, la luna, la menstruación, la sexualidad, la risa o lo que sea, bienvenido con consciencia y presencia. Siempre digo que el perreo es un acto espiritual. Y traigo este ejemplo para quitarle al tema el mood gurú en la montaña más alta. Mover la energía sexual me conecta con el todo, mis improvisaciones danzadas me conectan con el todo, mis meditaciones entregada al vacío me conectan con el todo, mirar las estrellas, darme lo que necesito en el momento justo, tener relaciones sanas, los abrazos… Vivir una vida espiritual es estar en presencia y consciencia. Estar conectadas con nosotras mismas y crear la vida que deseamos es hacer de nuestro universo un canal asertivo.

Creo que es importante bajar del pedestal la imagen de gurúes, la idealización suprema y la idea de que una persona espiritual vive en estado zen 24/7. Tal vez hay personas que les quepa ese arquetipo, sin embargo, no todes conectamos de la misma manera. Tengo la Luna en Aries, jamás seré zen y dócil. Además tengo una diva interna que es súper escénica y exagerada, una imagen que se aleja de lo que reconoceríamos como persona espiritual. No quita que no pueda serlo. Estar en conexión con todas mis fases hace el camino a la unidad más fácil y amoroso. Que nadie nos venda el cuento de como es ser una persona espiritual, porque incluso todos los días son diferentes y nos atraviesan desafíos diferentes. Lo único constante es el cambio.

Que la espiritualidad siga en auge, que los caminos lleven al encuentro, que la masa crítica sea enorme y que sea fiel a tu proceso. Solo lo sabrás si estás en íntima conexión con vos misma. Y allí es donde empieza a ocurrir la magia de rendirse al amor universal. Es un viaje de ida.

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