PRIVILEGIO VOYEUR.

Encarnar la obra «Mujer sentada con pierna izquierda levantada» del artista austríaco Egon Schiele me invitó a repensar no solo en los límites de lo público y lo privado, sino también en la autorrepresentación y la mirada del otrx.

Por supuesto que me abrió la piel a la reflexión de la corporalidad que propone el artista para principios de siglo XX. La exposición de cuerpx desnudx que manifiesta en su manera de ver el mundo es la refinada trasgresión de su expresionismo.

Amigo de Klimt, él desafía a la sociedad retraída con cuerpxs salvajes, salvaje en el sentido de naturalidad. Y he aquí un conflicto moral que me compete en la representación de la mujer-objeto, en la representación de la mujer del consumo. Hipersexualización o el retrato del salvajismo, de la naturaleza sexual de la mujer que, imaginaos, por la segunda década de comienzo del siglo XX era una cuestión privada y castrada.

Griselda Pollock propone en su análisis de la mujer como signo que el modo realista de significación disfraza el hecho de que hay una producción debajo de la fachada de apariencia. El consumo del desnudo femenino en la Historia del Arte es tan polémico como abusivo. Y acá es donde entra a fuego la intención. Una mujer sexualizada, desnuda, tendida, con la boca pintada, para ser observada como el objeto de deseo, que además es representada por un hombre, es el privilegio del vouyerismo de un espectador protegido en su posición. Schiele retrata desnudos, hombres, él mismo, mujeres. Siento en sus líneas su libertad de darle luz a la negación total del erotismo en imágenes con intenciones claras de erotismo, de deseo sexual. No está disfrazado de ovejita ningún abuso como sí sucedería en los desnudos naif de Susana y los viejos, que aún no supero y me resultan indigeribles.


Traer a la sociedad de principios del siglo XX mujeres sexuales, me parece cuestionable por la dualidad antes mencionada, pero también me da un aire de vanguardismo en la libertad de cuerpxs sexuales. Somos sexuales y no hay absolutamente nada de malo en ello.


En mi autorepresentación muestro más carne, es mi decisión, es mi apropiación del erotismo que propone el artista. Mi imagen erótica la gesto yo. Porque dueña de mí misma puedo ser libre del privilegio voyeur.

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